domingo, 26 de agosto de 2012

ALEPH

 

 Hace cinco años, Paulo Coelho emprendió un viaje de varios meses en el transiberiano. Recorrió casi diez mil kilómetros desde Moscú hasta Vladivostok, la mítica ciudad en el extremo norte del oriente ruso, al lado de la frontera que separa China de Corea del Norte. Durante ese viaje Coelho compartió experiencias con Yao, intérprete de profesión y hombre sabio, y con Hilal, una joven con la que descubrió una intensa e íntima comunión. Gracias a las conversaciones con Yao y a la cercanía mística con Hilal, Coelho sumó a su periplo físico un viaje espiritual, fuente de revelación: aquella fantasía que Borges llamó Aleph (punto focal donde confluye toda la energía del universo, donde se pueden contemplar todos los momentos del tiempo sedimentados en un instante) no era un mero producto de la imaginación del sabio bonaerense, sino una experiencia real, casi inexplicable, que marcó la vida de Coelho hasta el punto que ha tenido que dejar pasar un lustro para asimilar cuanto aprendió.
En el transcurso de este diario de viaje el hombre Coelho se reencuentra consigo mismo, regresa al pasado, recuerda amigos perdidos y pone a prueba viejas lealtades, mientras que el escritor Coelho va transmitiendo a sus lectores la nueva variante de amor que ha aprendido: un modelo práctico para encender de nuevo el motor de la vida (ralentizado por tantas obligaciones laborales y parásitos afectivos), y atreverse a reflexionar sobre lo que realmente desea.


No tengo Internet y eso ha supuesto que he vuelto a coger un libro y me lo he leído.
Hacia algo más de 6 meses que no leo, concretamente desde Enero que me leí tres o cuatro y luego el curso ya me quitó todo el tiempo.

Me he leído ALEPH de Paulo Coelho, Y no ha estado mal. Siempre llega como señales. La posibilidad de hacer un viaje...

Hace tiempo que escribe algo diferente, y aunque no me haya gustado mucho este trayecto, volveré a subirme en sus lecturas.