Fue preciosa aquella mañana en que me crucé contigo por primera vez. De eso pude darme cuenta en la noche, mientras caía rendida sobre mi cama. Y supe con errónea certeza que nunca más volvería a verte ni a cruzarte en mi camino.
Menos mal, pensé yo, porque dos horas más escuchándote hablar, sintiéndote reír, y viendo tu mirar…habrían desordenado mi vida por completo.
Dicen que el amor es ciego, quizás por eso nada mas que entraste en mi vida, ni siquiera te miré. No sé si por falta de sueño por tristezas que embargaban mis noches. Y sin embargo la noche del día en que te conocí, fue la primera en mucho tiempo que me dormí sonriendo.
Presa de mis miedos no quise mirarte, casi ni aún cuando por fin ya nos presentaron oficialmente rato más tarde. Y a pesar del trabajo que teníamos entre manos, pasaba por tu lado sin mirarte.
Y pasaron más de cuatro horas cuando no sé por qué te miré, y entonces descubrí tu figura, el brillo en tu mirada y tu irresistible sonrisa.
Por más que intenté, tu voz fue más fuerte que mis barreras, rompiste la coraza que con dolor y sufrimiento había construido durante largo tiempo. Clavaste tu bandera en mi pecho y conquistaste mi interés que andaba dormido. Aún así mantuve una batalla con mi consciencia, con mi corazón, con mi cabeza, debatiendo si mi ser estaba a la altura de tu resplandor.
Mis experiencias dedujeron que no, que no eras más que un lucero que mandaron los cielos para iluminar mis tristezas y vestirlas con sonrisas. Y nadie sabe mejor que yo, que aquella tarde se hizo un milagro en mi pecho y lo sentí latir de nuevo mientras miraba tu risa, sobre mesas de juego. Y agradecí a los cielos, que llenaras de sosiego todos los rincones de mi cuerpo.
Me despedí de ti con un adiós, no un asta luego. Pero el destino quiso que me acompañaras….lucero.
Te quiero bichito.
VANESSA
Menos mal, pensé yo, porque dos horas más escuchándote hablar, sintiéndote reír, y viendo tu mirar…habrían desordenado mi vida por completo.
Dicen que el amor es ciego, quizás por eso nada mas que entraste en mi vida, ni siquiera te miré. No sé si por falta de sueño por tristezas que embargaban mis noches. Y sin embargo la noche del día en que te conocí, fue la primera en mucho tiempo que me dormí sonriendo.
Presa de mis miedos no quise mirarte, casi ni aún cuando por fin ya nos presentaron oficialmente rato más tarde. Y a pesar del trabajo que teníamos entre manos, pasaba por tu lado sin mirarte.
Y pasaron más de cuatro horas cuando no sé por qué te miré, y entonces descubrí tu figura, el brillo en tu mirada y tu irresistible sonrisa.
Por más que intenté, tu voz fue más fuerte que mis barreras, rompiste la coraza que con dolor y sufrimiento había construido durante largo tiempo. Clavaste tu bandera en mi pecho y conquistaste mi interés que andaba dormido. Aún así mantuve una batalla con mi consciencia, con mi corazón, con mi cabeza, debatiendo si mi ser estaba a la altura de tu resplandor.
Mis experiencias dedujeron que no, que no eras más que un lucero que mandaron los cielos para iluminar mis tristezas y vestirlas con sonrisas. Y nadie sabe mejor que yo, que aquella tarde se hizo un milagro en mi pecho y lo sentí latir de nuevo mientras miraba tu risa, sobre mesas de juego. Y agradecí a los cielos, que llenaras de sosiego todos los rincones de mi cuerpo.
Me despedí de ti con un adiós, no un asta luego. Pero el destino quiso que me acompañaras….lucero.
Te quiero bichito.
VANESSA
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